El monolito de entrada y su mensaje
Esta era la Villa antes de la inundación...
Al llegar a la Villa tuve la enorme suerte de encontrarme con Pablo Novak, el único habitante de Epecuén. Cuanta vez lo veía en alguna publicación pensaba si alguna vez podría conocerlo, y, como siempre, todo llega en la vida! =)
Don Pablo nació allí y hoy cuenta con ochenta y ocho años. Era un niño cuando la Villa empezó a tejer su historia y fue testigo y protagonista de toda la mutación que el lugar fue teniendo: de su origen, de la llegada de los primeros habitantes y los primeros emprendimientos hoteleros. De cómo fue creciendo el pueblo a su mismo tiempo. Conversar con él es escuchar a la historia misma...
Y hablando de eso, así como don Pablo me hizo viajar en el tiempo a través de sus palabras y sus gestos, yo también te llevo, pero con imágenes que encontré en la web, a los fines de poder ver eso que mi interlocutor me contaba.
El pueblo llegó a su esplendor alrededor de los años setenta
La Villa llegó a tener mil quinientos habitantes, dedicados en su mayoría a la actividad turística y a la construcción. Tal era su importancia que tres ferrocarriles llegaban hasta Carhué: El Midland, El Roca y el Sarmiento. Este último se extendió y llegó a un kilómetro del pueblo, lo que facilitó el traslado hasta el lugar, no sólo de los turistas sino, mucho antes, de los emprendedores que vinieron a instalarse a la Villa e hicieron grandes obras e inversiones.
Había 280 establecimientos para el turista en la mas variada gama de oferta, entre hoteles, hospedajes, pensiones y comercios...
Hasta que en el 85 la buenaventura cayó en desgracia. Un terraplén de tierra y piedras fue vencido por el caudal del agua. Los primeros indicios de la rotura estaban en los extremos, tiempo suficiente para dar aviso a la población de que debían abandonar el lugar ante la inminencia de la inundación... que tragedia!! quince días dijeron y en quince días el agua lo cubrió todo: a Epecuén y a los sueños de sus habitantes.
Don Pablo y su memoria. Su memoria y su palabra, que recorre esos días... la gente acudió a su mejor ayuda, el ferrocarril, para llevarse lo que podía adonde podía, la mayoría a Carhué. Qué paradójico, el mismo tren que los había traído, cuando poblados de sueños tejidos llegaron hasta allí para hacerlos realidad. Ese presente cruel les hacia llevarse lo que pudieran, dejando eso que tanto les había dado y ahora la Naturaleza les arrebataba. Ni siquiera es posible imaginarlo... que llevar, que dejar.. pero de seguro con todos se fue la ilusión, y en todos habría de quedar por siempre ese momento y todos los recuerdos de su vida en Epecuén. El anciano lo recuerda mientras cierra sus ojos como si lo estuviera viendo y asi me lo cuenta... Dios mio...
Y así, implacable, el agua lo cubrió todo...
Y más aún, porque lo cubrió en partes hasta diez metros...
La fuerza del agua y la acción de la sal se encargaron de destruirlo todo, absolutamente todo...
FOTOS EXTRAÍDAS DE LA WEB
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